Bases para el análisis del envejecimiento

Nuestra visión del mundo actual fue aquella que básicamente nos enseñaron nuestros padres, los maestros y la sociedad, es decir nuestra sociabilización. De ahí es que nuestra forma de ver las cosas está estipulada por lo que podemos llamar la hipótesis de condicionamiento social, es decir que tenemos una función la cual, en general, todos convalidamos consciente o inconscientemente y dentro de la misma realizamos nuestra proyección de vida. Esto constituye las bases de los paradigmas que rigen a la humanidad.

Dentro de esos paradigmas se encuentra el del envejecimiento, que en la historia de la humanidad fue cambiando de acuerdo al contexto y que pone al que envejece en cada época inerme frente a la representación social.

Hoy, seguimos viviendo el viejo paradigma de la edad como un arco, esa es la antigua metáfora, nacemos, llegamos a la parte más alta en la edad mediana, y vamos en declive hacia la decrepitud. – Edad sinónimo de patología-.

Si nos fijamos en las últimas tres décadas de la vida, vemos que es en realidad una etapa de desarrollo de vida. Con su propio significado tan diferente de la mediana edad como la adolescencia lo es de la niñez.

Cómo uso ese tiempo? Cómo vivirlo exitosamente?

Cuál es la metáfora adecuada para el envejecimiento?

Podría ser una escalera por eje.

La ascensión de la mente que nos lleva a la sabiduría, la integridad y la autenticidad- la edad no es sinónimo de patología sino de potencialidad-.

La mayoría de las persona de más de 60 años están menos estresados, son menos hostiles, menos ansiosas, pueden ver más las similitudes que las diferencias.

Cuando uno se adentra en la vejez, en lugar de verla desde el exterior, el miedo disminuye, te das cuenta seguís siendo el mismo y tal vez mucho más.

 El mundo opera en leyes como la entropía, la segunda ley de la termodinámica.

Significa que todo, absolutamente todo, actúa como el arco excepto la mente humana que puede seguir ascendiendo.

Si algo hay de natural e inevitable, es el proceso del envejecimiento. El que inevitablemente romperá las cadenas del actual paradigma que guía nuestras vidas.

Nacerá  la experiencia de un cuerpo sin edad y la mente sin tiempo.

El envejecimiento de la población es uno de los grandes desafíos del actual siglo y sin duda uno de los grandes avances de la humanidad.

Debe pensarse que a fines del siglo XIX la esperanza de vida era de 40 años y que la proyección marcada para el siglo XX era de una expectativa de 60 años.

Hoy se estima que esa expectativa de vida alcanza en promedio los 77 años con una tendencia esperable de alcanzar en 25 años una expectativa de vida de 120 años. Debe entenderse que lo anterior es de carácter general siendo aplicable solo a una población correspondiente a los países más desarrollados.

Frente a estas expectativas prospectivas para la humanidad, debe marcarse la necesidad de construir un nuevo concepto de personas mayores, es decir, las pautas reales del envejecimiento que haga posible definir a quienes sería aplicable la definición de viejo.

Para posibilitar definir a la vejez deberíamos plantear el conocimiento de los signos que dan inicio a esa situación.

Normalmente se establece que la vejez comienza ante el deterioro de la salud y cuando ya no se puede vivir solo. O sea, frente a la pérdida de salud y de independencia.

Esta circunstancia o definición nos lleva a pensar que la vejez puede no definirse en función de una edad en particular.

Más allá de la definición del inicio de la vejez, esta suele ser una etapa de la vida de mejor calidad y felicidad, a la que a priori creemos será diferente.

Según estudios realizados la curva de la felicidad tiene forma de “U” donde los jóvenes y los adultos mayores son lo que se manifiestan más felices y satisfechos de la vida.

En general no existe contacto pleno y frecuente con las personas mayores, siendo esto de fundamental importancia para generar la integración social plena promoviendo las relaciones intergeneracionales, ello en beneficio de todos.

Promover la dignidad de la persona significa reconocer que posee

derechos inalienables, de los cuales no puede ser privada arbitrariamente por nadie y, menos aún, en beneficio de intereses económicos.

Existe hoy, en efecto, la tendencia hacia una reivindicación siempre más amplia de los derechos individuales -estoy tentado de decir individualista, que esconde una concepción de persona humana desligada de todo contexto social y antropológico-.

Parece que el concepto de derecho ya no se asocia al de deber, igualmente esencial y complementario, de modo que se afirman los derechos del individuo sin tener en cuenta que cada ser humano está unido a un contexto social, en el cual sus derechos y deberes están conectados a los de los demás y al bien común de la sociedad misma.

Así, hablar de la dignidad trascendente del hombre, significa sobre todo mirar al hombre no como un absoluto, sino como un ser relacional. Una de las enfermedades que veo más extendidas hoy es la soledad.

Es necesario entrelazar relaciones, construir vínculos, construir en la diversidad y en el convencimiento pleno que la vida merece ser vivida dignamente en todo su curso vital.


Néstor E. Fernández

Ing. Néstor E. Fernández
Presidente de OSMISS

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Lic. Luis Quici
Presidente de FIPeM