Es innegable que para que las personas mayores puedan seguir participando activamente con sus familiares, para la comunidad y la economía en general, es necesario que las mismas permanezcan activas física y mentalmente. Ello resulta ser por demás relevante para el país dado el crecimiento demográfico existente, donde las personas mayores de 65 años tienen una proporción ascendente en la pirámide poblacional debido, fundamentalmente, al menor crecimiento relativo de la población juvenil y adulta.
Esta modificación influye en forma notable en la atención de la salud y en la carga social y financiera que la sociedad debe asumir.
Los actuales programas de atención a la tercera edad se ocupan, principalmente, de la atención de la salud y marginalmente de los indigentes y personas dependientes procurando, en el mejor de los casos, su internación en residencias geriátricas y/o institutos de atención mental.
Se entiende que en el futuro ello no es suficiente, ya que el reclamo social que implica la posibilidad de una jubilación universal y los años de expectativa de vida, encierran dificultades que deberán afrontarse dentro de una sociedad en cambio, turbulenta y complicada. De esta apreciación se deduce la necesidad de una nueva interpretación y replanteo de la tercera edad como un Período de Oportunidad de Vida, que si se sabe aprovechar y las personas están preparadas para ello, pueden ofrecer muchas satisfacciones que, seguramente, no son alcanzables en otros Períodos de la Vida.
La disposición de tiempo debería, en general, posibilitar nuevas y variadas formas de reinserción, para lo cual la sociedad debe ser permisiva facilitando el camino para que las personas de la tercer edad se constituyan en un aporte vital para la sociedad que los alberga. Para lograr concretar dicha posibilidad resulta necesario plantear la necesidad de mejorar la calidad de vida de la tercer edad, incluido los apoyos adecuados para ser integrados a la actividad socio-económica de la familia, el barrio, la ciudad e inclusive el país.
Frente a esta posibilidad, en la actualidad, la sociedad en general considera menoscabadas las fuerzas vitales de las personas de la tercera edad y por lo tanto su productividad; no siendo útil su experiencia debido a los cambios que impone la revolución tecnológica.
En esta situación, el envejecimiento no solo plantea problemas médicos específicos, sino otros que afectan los aspectos psicológicos y tiene repercusión social, tanto en la familia como en la comunidad.
Se debe así, establecer, en el futuro inmediato, el derecho de las personas de la tercera edad a integrarse a la comunidad con una aptitud de vida que no menoscabe sus posibilidades.
Ing. Néstor E. Fernández
Presidente de OSMISS