A diario escuchamos: “No se puede planificar nada, es como si no supiera que hacer”.
La exposición constante a acontecimientos sociales, económicos, financieros y laborales que impactan sobre la realidad de la existencia de toda la población y, en especial, del núcleo de nuestros afiliados, cuyo target representativo se ubica en la denominada tercera edad, sin una salida previsible, provoca normalmente lo que podríamos denominar síndrome de ansiedad.
En la actualidad, dicha situación, afecta a personas sanas y con una relativa estabilidad psíquica que abruptamente se enfrentan con la falta de pautas sociales o económicas claras para tomar decisiones, acompañado ello del estado de permanente violencia que se vive en las calles, no sabiendo la población reaccionar frente a las situaciones que se presentan.
Aunque se desconozca estrictamente la incidencia de esta afectación mental y sus niveles, por falta de datos estadísticos veraces, no hay dudas en cuanto a su importancia cuantitativa y a su alta frecuencia.
Esta afectación se inscribe en el marco más amplio de las enfermedades mentales, que hoy tienen creciente incidencia en la población, especialmente en las grandes ciudades, aún cuando la misma no esté bien determinada.
Debe admitirse que la atención prodigada para el tratamiento de esta afectación está por debajo de las necesidades reales, incluyéndose la posibilidad de ser considerada como un problema ajeno a la atención médica.
En este orden de cosas, nuestra concepción de la salud implica que cualquier afectación del equilibrio psico-social de las personas es de competencia médica, singularidad esta que debe explicitarse frente a las actitudes motivadas por los arcaicos patrones existentes respecto de las enfermedades mentales, la importancia de los tratamientos y el errado concepto de incurabilidad.
Hoy debe reafirmarse la competencia médica sustentada en el conocimiento, cantidad y variedad de recursos con que cuenta la psiquiatría actual en lo concerniente a la promoción, reparación y rehabilitación así como el resultado de los tratamientos psicosociales.
En ese marco, la salud mental deja de ser algo “abstracto” o “metafísico” y tiende a ser enfocada como una unidad psicorgánica inseparable de su contexto sociocultural.
Frente a la situación aquí planteada, la prevención primaria debe establecerse a los efectos de concientizar a la población de las agresiones psicológicas que los afectan, las que pueden incidir en su salud y que pueden provocar la aparición de enfermedades mentales.
Esta comunicación tiene esa finalidad.
En esa línea, la atención primaria conlleva las siguientes actividades necesarias para intentar enfrentar la situación descripta:
- Desde el punto de vista comunitario y psicosocial debería plantearse la regulación de los factores considerados como causas del síndrome.
- Desde el punto de vista socio-político debería procederse a la difusión de consejos y normas que permitan disminuir o abortar las agresiones psicológicas que se reciben a través de los medios de comunicación y el direccionamiento de mensajes aclaratorios de la situación a la que las personas puedan enfrentarse.
- Desde el punto de vista de las instituciones de salud debería procederse a un adecuado asesoramiento para suministrar información sobre el tema.
Ante una verdadera emergencia psiquiátrica, la atención de las personas debería plantearse en el marco de la prevención secundaria a través del cuidado domiciliario, guardias de emergencia, atención ambulatoria o internación.
Los tratamientos de recuperación psiquiátrica constituyen hoy una especialidad que normalmente garantiza una adecuada rehabilitación.
Estos tratamientos se realizan dentro de diversas estructuras, tales como, unidades de seguimiento, clubes de salud, talleres protegidos, inserción en casas de familias, colonias o granjas de rehabilitación o residencias transitorias.
En lo atinente a nuestros beneficiarios, la complejidad de las circunstancias aquí descriptas, deben ser consideradas a los efectos de mantener el equilibrio psicofísico personal que permita vivir con una calidad de vida superior, de allí la necesidad de integrar la salud mental con la orgánica.
Integremos la mente al cuerpo para obtener la armoniosa unidad de la condición humana.
Ing. Néstor E. Fernández
Presidente de OSMISS